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Cuando empezamos un proceso de trabajo personal y autoconocimiento una herramienta esencial es la auto escucha. Ella nos permite reconocer nuestros procesos, ver qué pensamientos son recurrentes en nosotros generando una serie de emociones que nos llevan a sitios conocidos, que nos han podido ayudar en el pasado pero que ahora ya no nos ayudan y en algunos casos nos obstaculizan en el camino que queremos llevar.
En las sesiones de Gestalt, suelo preguntar a los clientes si hacen meditación o algún tipo de práctica que implique esa escucha interna, ese reconocer nuestros movimientos internos de manera que podamos desarrollar el observador interno, ecuánime y amoroso. Ante la palabra meditación muchas se ponen de los nervios, se empiezan a mover en el asiento y a reír nerviosamente, en plan, tierra trágame.
Varios clientes comentan sus dificultades para estar quietos en el mismo sitio todo el tiempo, otras para cerrar los ojos, otros imaginan cosas extrañas sobre mantras y cosas exóticas pertenecientes a sectas.
En mi experiencia la meditación es incómoda, a menudo se nos duermen las piernas, nos pica todo, nos molesta la ropa, al principio los pensamientos nos asedian, y lo que es peor, si hay un trauma no gestionado o un proceso de duelo puede que se nos dispare el recuerdo o la ansiedad y que relacionemos la quietud o el silencio con ese malestar.
Además, estamos tan acostumbradas a ver imágenes perfectas en Instagram de gente perfecta haciendo meditación mientras hacen el pino sobre una roca en medio de la jungla con una cascada detrás y el último modelo de ropa para yoga que encima se nos dispara la exigencia.
Por eso cuando le saco el tema a los clientes los veo desviar la mirada hacia la puerta de salida.
Pero hay otras maneras de desarrollar la auto escucha antes de llegar a la roca en medio de la jungla. A poquitos, con delicadeza y mucho cariño podemos ir acercándonos a otras maneras de movernos poniendo un extra de atención.
Por ejemplo, se ha escrito mucho sobre el tema, mientras fregamos los platos, podemos poner nuestra atención en el hecho en sí, especialmente a nivel corporal. Podemos intentar llevar toda nuestra atención a los dedos que cogen el plato, y el tacto con él o con la esponja. O podemos probar a escuchar unos minutos a alguien hablar sin interrumpirle o decirle nada y observar que nos pasa a nosotros mientras, que se nos mueve corporalmente, si nos acuden pensamientos. Cuando caminamos, poner nuestra atención en la planta de los pies, como se mueve, aprender como un pie se levanta mientras otro se apoya, etc. Hay muchas maneras de cultivar la escucha flotante sin necesidad de recurrir a la postura del loto.
Evidentemente, hay ciertas condiciones de la práctica meditativa sentados (espalda recta, lengua tocando el paladar, posición de la nuca, etc) que traen una serie de beneficios a tener en cuenta, pero hasta llegar allí podemos empezar por cosas más sencillas que nos allanen el camino.
En mi experiencia también, y como dice Ajahn Brahm, es como cuando vamos a trabajar. Vamos acumulando experiencia en el día a día, y a final de mes cobramos. Hay momentos en la práctica que cuestan pero otros en que podemos llegar a estados de paz y ecuanimidad, a la sensación de llegar a casa, donde de repente todo se coloca en su sitio. O momentos donde de repente en una conversación nos “pillamos” a punto de saltar ante un comentario, cuando lo que necesitamos es abrazarnos.
Para poder llegar a estas bondades ayuda seguir el camino del que mi perro Maui es experto. Como un maestro zen en un templo japonés que observa a sus alumnos en la práctica, con una vara de madera en la mano por si necesita ayudarles a volver de la confusión mental con un toque de vara, cuando salimos a pasear, sobre todo por la noche o por la mañana cuando no hay mucha gente, él me muestra el camino de la presencia. Me despisto con el móvil, hace un amago de cruzar la carretera. Me enredo en mis pensamientos, de repente coge otro camino y durante un instante no le veo. Al principio giro los ojos hacia arriba y suspiro. Pero poco a poco voy reconociendo que ya hemos pasado por aquí, y voy soltándome en el silencio interior. Sintiendo mis pies descansar en el suelo, mis ojos en el paisaje y en sus movimientos. Mis sentidos se agudizan y tomo conciencia de todos los bichos que se cruzan en mi camino y puedo evitar pisarlos. A medida que avanzo en el camino siento como si capas de mí, del día a día, prisas, críticas, problemas, dolores… fuesen desprendiéndose de mí con suavidad para caer en el suelo y ser reciclados. Y mientras ando voy dando gracias por esa ayuda, la del suelo, la de Maui, la de los pinos gigantes que me susurran silencio.
En Conectando con tu Latir tenemos varias herramientas que pueden ayudarte a conectar con esa auto escucha. La terapia Gestalt, las esencias florales o la liberación de pericardio pueden acompañarte de diferentes maneras, a menudo complementarias. En recursos gratuitos encontrarás meditaciones y ejercicios para conectar con tu Corazón que te ayudarán a alcanzar esos estados de relajación y de conexión, que todos necesitamos para llegar a la calma.
"Cuando hace calor, mantén una mente calmada,
cuando hace frío, mantén un Corazón calido"
Ajahn Brahm