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Recién llegada de un taller de respiración celular, donde hemos trabajado los ancestros de tercera línea, me pongo a escribir. Sé que tendría que quedarme conmigo, sostener esta incomodidad, esta apertura, sentir mi corazón y todas las células de mi cuerpo hablar.
Desde esa primera célula, la que formaron un espermatozoide y un óvulo, en pleno acto de amor, Amor entendido como Vida que encuentra un lugar por donde crear, crecer, liberarse. Desde esa primera célula a los billones de células que soy hoy en día, por las que corre toda la información de cientos de ancestros tras mío. Y, sin embargo, me creo monolítica, que gracia.
Me siento y escribo. Sé que, desde esta apertura, hay energía, sentires, Amor, Vida que necesitan expresarse. Les dejo salir a través de las teclas.
Se dice mucho por los círculos de crecimiento personal que el trabajo nunca acaba. Pacientes colegas, ante esta expresión, muestran cansancio, un interrogante, ¿otro taller? ¿Pero es que el trabajo nunca acaba?
Y si es cierto, no lo es como una tarea, como una obligación o una sentencia. Yo decido cuando acaba el trabajo, decido si cojo el móvil, la tele, un libro, una relación, un trabajo, etc. dónde descansar, dejar de ver, soltar la meta de seguir viendo, trabajando. Y digo meta, porque es así como vemos el mundo, con alguna meta a dónde llegar, y allí desconectarme.
Y si sigo trabajando puedo hacerlo por necesidad, por alinearme con lo que la vida me trae, pero también lo puedo hacer por deseo. Deseo de ver, de abrirme a sentir, a crear, a traer más claridad a mi Vida y a las de aquellos que me rodean. Como quién juega a juegos de incógnitas. Suelto la idea de la meta, de que todo en esta vida tiene un propósito, más allá de expandir el Amor y crear, convivir, relacionarme de miles de maneras, que tal vez ahora me parecen imposibles. Y traigo esa energía a la tierra, la que es la suya y la del Universo: expandirse, crear, subir de conciencia para generar nuevas maneras, nuevas existencias, amores más profundos. Me alineo con el movimiento y dejo de querer parar las cosas, estancarlas y fijarlas. Lo voy a seguir haciendo, pero mi perspectiva ha cambiado.
Los terapeutas insistimos mucho con volver a casa, y en Conectando con tu Latir, escribimos mucho sobre ello. Pero es que nunca vamos a escribir suficiente sobre volver a casa. Porque necesitaremos volver una y otra vez. Unas nos costará más que otras, nos pelearemos más o menos, pero cuanto más a menudo volvamos, más llegaremos con un suspiro en nuestros labios de ¡Por fin en casa! Como dirían en mi familia paterna: “las curvas siempre llevan a casa”
Billones de células que me forman, respiran al unísono
y siento que he vuelto a casa.
~Conectando con tu Latir