Anclas

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En el proceso de trabajo personal o espiritual, es importante parar de vez en cuando a revisar, mirar, reconocer, detectar, registrar, retener y soltar, para volver a empezar

En ese detectar y reconocer nos encontramos con anclas. Cada persona es diferente, y cada uno hemos desarrollado nuestro carácter combinado con nuestras capacidades naturales y nuestra esencia. Por ello para cada persona su ancla será distinta, pero conviene detectarlas y reconocerlas para tenerlas allí cuando los tiempos nos vienen movidos.

Mucho se habla de que el trabajo personal es en espiral. Cuando después de un cierto tiempo de estar en proceso, miramos para atrás vemos que pasamos varias veces por los mismos sitios, aunque ya no pasamos por ellos de la misma manera. Y es por ello por lo que es tan importante reconocer las anclas. 

Nos ayudan a reconocer esos puntos de la espiral por los que volvemos a pasar, y eso nos ayuda a darle la importancia justa a lo que nos pasa, ni ignorarlo ni hacerlo más grande de lo que es. 

También nos ayudan a darnos cuenta de los cambios que nos han ocurrido, que ya no estamos en el mismo sitio, y ese reconocimiento es una parte muy importante del camino. El celebrar los logros, los pasos dados y los caminos andados, reconocer nuestro valor ante lo que nos hemos encontrado, los miedos que hemos atravesado, las dificultades que hemos superado, la de bagaje que hemos dejado atrás y lo ligeros que nos encontramos en este momento.

Y nos ayudan a aguantar el barco cuando vienen marejadas. Cuando un miedo antiguo que yo pensaba que ya tenía superado, ante una situación determinada, reaparece con fuerza, necesito ayudarme de algo que me recuerde que ese miedo no soy yo en mi totalidad, sino que es algo que me está pasando. Ponerlo en su justa medida, en perspectiva, dejar que mi cuerpo recuerde el sabor de mi yo atravesando ese miedo.

Cada uno tenemos nuestras anclas. En mi caso, una de ellas es volver a mis espacios sagrados. Físicamente si puedo, y si no conectándome a ellos. Allí me dejo reposar, pido ayuda, me dejo abrir y reCORdar. El primer paso, no obstante, es ir, poner el límite a la rueda en la que entro que me dice que no hay tiempo para eso, y allí hay otra ancla, la que me recuerda que esa voz no me dice la verdad, que parar e ir a uno de esos lugares, es importante, es ser amable conmigo misma, es tomar un camino de cuidado conmigo y mi entorno.

Hace unos días necesité ir a uno de ellos. Estaba en un momento de confusión, de cierre y de crisis. Otra de mis anclas es sacar la voz en uno de estos espacios, después de pedir permiso para ello. Cuando me preparaba para ello, con solemnidad, mi perro Maui se puso a jugar, que es algo que no suele hacer a menudo, para recordarme que a veces, la liviandad, el no tomarse en serio, el disfrute aún en los momentos difíciles es la mejor compañía. Y eso va a ser otra de mis anclas.

Reconocerlas y darles el lugar de importancia que les corresponde es también darle importancia a nuestro camino, es reconocernos nuestro trabajo, y es agradecer los regalos que nos encontramos por él.

Si tienes cualquier duda o te gustaría acompañamiento o profundizar en algún aspecto de tu momento actual, o si quieres comunicar con tu amigo animal, estaremos encantadas de atenderte. Igualmente, te invitamos a darte una vuelta por nuestra web y sus recursos gratuitos. Un abrazo.

 

 

“El bosque, el laberinto, el otro mundo, el mundo subterráneo, el mar y las profundidades marinas son descripciones poéticas y simbólicas de la forma en que percibimos el reino del inconsciente. Es el lugar donde estamos cuando nos perdemos, y es el lugar donde necesitamos ir para encontrarnos a nosotros mismos. La individuación, la necesidad de vivir plenamente en armonía con nuestro interior, es un viaje que conduce al ego hasta el bosque"

 ~Jean Shinoda Bolen