Culpa

culpa

 

La primera vez que me encontré en un viaje de realidad expandida con una orca, me habló de responsabilidad con nuestros menores, de no dejarles sin los "conocimientos antiguos"

Me acerqué a ese viaje desde un lugar complejo, no me sentía orgullosa de mi comportamiento y sentía culpa. Una culpa enganchosa que no llegaba a ningún puerto. No había resolución, no me hacía responsable de ella ni asumía los hechos, contactando con esa realidad, esa dificultad y ese dolor. Me faltaba un límite claro para soltar un autocastigo sostenido en el tiempo, mucho más llevadero que asumir con claridad lo que me generaba culpa y las emociones asociadas, las mías y las del otro.

La orca me hablaba de colocarme en mi lugar, de soltar ese sentimiento infantil, de autocastigo y recoger mi sitio ante el otro. Asumir el pasado es contactar con todo lo que me mueve, aprender y mirar hacia adelante. La culpa es una instrumentalización del error que sólo reclama un alivio insano. Mírame, me arrepiento, dime que todo está bien. O mientras mire la culpa, no necesitaré contactar con el dolor que me genera, lo pequeña que me siento ante mis errores, la irremediabilidad de mis actos.

En él perdón hay redención, pero requiere honestidad y rendición.

Los adultos a veces nos perdemos en nuestras historias, nos liamos, no salimos de ese niño que espera ser visto, mirado y arropado. Pero a veces se nos presenta un niño, o un adolescente que nos pide responsabilidad. Sea en forma de hijo, cliente, familiar u otro. Nos dicen, mírame, no me pidas que yo supla que no hayas sido vista o que cargue con tu culpa. Asume y ven limpia a mí, colócate.

Colocarme significa no estar fuera de mí, enredada en la culpa, en el reclamo, en la disociación. Significa asumir, mirar de frente y dejar que el alma de la vida me habite, y me permita ser amada a pesar de.

Las orcas me hablan con claridad. No hay dobleces, ni juicios morales. Siento en ellas el mismo límite que en una de mis clientas adolescentes. Me piden que asuma mi poder y sus consecuencias. Allí hay compasión, una compasión bien entendida que me pide ser impecable, y estar para el otro sin reclamo, y poner los límites que sean necesarios.

 

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“Puedes medir la impecabilidad de tus palabras a partir de tu nivel de autoestima.

La cantidad de amor que sientes por ti es directamente proporcional a la calidad

e integridad de tus palabras” 

~Miguel Ruíz