Leí hace tiempo en una entrevista a Thich Nhat Hanh cómo se había sentido tras el asesinato de Martin Luther King, y comentaba la profunda tristeza que su muerte le había causado, tristeza, incomprensión, sorpresa y desesperanza. De hecho, le escribió una carta a un amigo expresando cosas como:
“Recé por él tras enterarme de su asesinato. Y entonces, me dije a mí mismo: No tienes que rezar por él. No lo necesita. Tienes que rezar por ti mismo. Tenemos que rezar por nosotros”
Uno esperaría que alguien como “el maestro” como muchos le llaman, con toda su trayectoria y todo lo que había sostenido durante la guerra en Vietnam, viviría las cosas con menos intensidad. Pero no era así. Uno de sus más famosos poemas, lo escribió tras leer una triste noticia sobre una agresión a una niña, “Llámame por mis verdaderos nombres”. Fue su manera de poder sostener el dolor que le causaba la noticia.
Hacer trabajo personal y espiritual, no nos da esa paz en la que nada nos afecta, lo que algunos llaman “el falso Buda”, más bien al contrario. Nos hace aún más sensibles ante todo aquello que no tiene sentido en este mundo. Y qué bien que sea así, porque es lo único que nos ayuda a poder sentir un amor profundo por la Vida, y vivir de manera más respetuosa con nosotros mismos y con nuestro entorno.
Pero claro, algunos habíamos imaginado que iluminarse era no sentir las cosas. Sin embargo, como decía THich Nhat Hanh, cuanto más trabajo hacemos, no volamos por encima de la vida, si no que nos internamos aún más profundo en ella. El tema es poder sostenerlo con algo que equilibre la balanza. Navegar entre dos aguas, encontrar el camino de en medio.
Esta semana ha sido una semana removida para mí, a nivel personal, una noticia que es a la vez buena y dolorosa, una clienta que, al salir de un tema difícil, ha hecho una escapada sin cuidar el vínculo, ni su proceso cerrándolo con cariño. También un duelo que ha vivido alguien querido y cercano a mí.
Como un mar en tormenta, he necesitado mucho silencio, paseos en naturaleza, para que cuando viniesen las olas de emoción, pudiese anclarme como una estaca en medio de la tormenta.
Recuerdo una cliente que vino porque quería que las cosas no le afectasen, y en cambio, el trabajo pasó por sensibilizarse con lo que le pasaba, y aprender a sostenerlo sin cerrarse a sí misma o a los demás.
Por ahí pasa el trabajo, por reconocer nuestra vulnerabilidad y nuestra fuerza ya que es por allí que viene la transformación. Podemos pasar por la tormenta, podemos sobrevivirla, lo que no es posible, es que no salgamos transformados. Nosotros decidimos hacia dónde queremos dirigir esa transformación.
Como diría Thich Nhat Hahn:
"Sin barro no crece el loto"