Muchas veces en terapia necesitamos trabajar los progenitores o el adulto que haya hecho ese papel por diferentes razones. Por ejemplo, la manera en que nos movemos en nuestro día a día y en muchas situaciones, en el trabajo, en nuestras relaciones personales, en amistades, con parejas, mirar si nos movemos por la intuición, si nos conectamos con nuestra fuerza o no. Al mirar con un poco más de atención, nos damos cuenta de que en gran manera depende de como nos hemos relacionado con nuestros padres y con como se han relacionado ellos con nosotros. Y enfatizo esta parte de cómo y de la relación, porque es importante no confundirlo con quiénes son nuestros padres.
Muchas veces cuando los trabajamos en terapia, y pasa a menudo en el ambiente terapéutico, se confunde cómo ha sido la relación y como me ha afectado con la persona en sí, “es que mi padre es así” “mi madre me ha dicho tal y eso ha hecho que yo”. Para empezar esa es nuestra visión de ellos, y la visión que tenemos de ellos ahora, varía con la que teníamos y por tanto, influye en esa relación. Eso, por un lado, y por otro si yo no acepto mi parte de responsabilidad en mis relaciones, no puedo hacer nada al respecto. Está claro, evidentemente, que un niño de tres años se puede responsabilizar muy poquito de lo que pasa. Es importante definir lo que implica responsabilizarse, para no confundirlo con culparse, un niño de tres años poco puede hacer sobre cómo se relaciona. Pero lo que sí podemos hacer como adultos es aceptar que lo que surge de esa relación que hubo con esa criatura de tres años y el adulto responsable de él o ella es un proceso psicológico del niño, y por tanto con ese proceso psicológico sí que podemos trabajar, con esa relación que hubo sí podemos trabajar, porque la adulta que soy hoy en día sí se puede responsabilizar y sí puede hacer algo al respecto. Si simplemente es el ogro de mi padre o el ogro de mi madre hizo esto y yo me quedo aquí anclada, no es algo con lo que pueda trabajar ni es algo que se pueda cambiar.
Entonces es importante tomar conciencia de que se trata en gran parte de cómo ha sido mi relación con mis progenitores o tutores, qué ha implicado eso para mí, en qué ha influido en mi manera de ser hoy en día para protegerme, o ser visto, o lo que yo he creído que es ser amado. Está claro que puede haber habido situaciones traumáticas, injustificables, y aquí es aún más importante este tema para poder sanar, especialmente porque de manera natural buscamos siempre la homeostasis, volver al equilibrio, y seguiremos repitiendo patrones que nos permitan sanar, buscando relaciones que se parezcan. Si quiero sanar lo que pasó, necesito poner el foco allí. Para situaciones menos traumáticas, es también importante poder colocar a nuestros progenitores, porque si no como descendientes podemos buscar o bien imitar o bien rebelarnos a quienes creemos que ellos son, restándonos libertad de ser espontáneos en nuestra manera de movernos.
Es un proceso muy difícil, es un proceso muy complejo, pero es a la vez necesario e importante para poder sanar nuestras relaciones con nuestros progenitores o las figuras que hayamos tenido, que hayan hecho ese papel, por un lado, porque son los que nos han enseñado a ir hacia la vida y a mirar hacia dentro lo que nos pasa, y si no les tenemos bien colocados, ambas funciones se pueden haber visto tocadas, y por otro lado, porque queremos que nuestro foco esté en nuestro presente y en cómo queremos relacionarnos y vivir de ahora en adelante.
Te acompañamos en estos procesos complejos. Pregúntanos si quieres y te podremos decir qué manera es la más adecuada para ti. Contacta con nosotras y te ayudaremos en tu proceso.
“La tarea de una persona es descubrir
lo que está bloqueando una situación de la vida”
Fritz Perls