Que levante la mano quién no se haya comparado ante algo o alguien, o haya comparado a otras personas.
Podría decirse que vivimos en una sociedad que nos anima a compararnos, o incluso que está basada en la comparación. ¿Qué nota has sacado en los exámenes? ¿Qué tal se te dan los deportes? ¿Eres popular? ¿Ganas mucho dinero? ¿Cómo de grande es tu casa? Y un largo etcétera. Todas estas preguntas no están aisladas en el sentido de que, suelen situarse en un ranking, y tienen una etiqueta asociada: alumno brillante, mediocre, patoso, pobre, rico, más o menos que, etc.
Si nos definimos poniendo límites claros de dónde empiezo y dónde acabo, parece que tiene sentido que los ponga frente a alguien o a algo, pudiendo así definirme. Pero si lo llevo a fijar quién soy y tengo que tener una posición una lista, en realidad me pierdo más que me encuentro.
Para colmo las redes sociales han aumentado exponencialmente lo de vernos en comparación a algo o alguien que a menudo es, además, irreal. Influencers que como su nombre bien dice influyen en algo. Los hay que ofrecen consejos sobre como contaminar menos, otros sobre como mirar hacia dentro. Pero también hay, sobre todo aquellos que nos influyen en nuestra manera de vestir, en la forma del cuerpo, en si hay arrugas o no en la cara...
Este tipo de comparaciones sólo me pueden traer, al menos a la larga, insatisfacción. Porque a lo mejor por mi genética o situación actual no puedo tener ese peso ideal, o tener todos los tupers llenos cada domingo para el batch cooking, ni ir al gimnasio y hacer yoga facial hasta que parezca que tenga 30 en vez de 50.
Si embargo, sí que hay algo que puedo hacer. Puedo rodearme de aquellos que me inspiran a ser yo misma. A lo mejor puedo leer a una nutricionista que me hable de mi peso ideal como el peso que tengo cuando como de manera sana, sintiéndome nutrida y satisfecha, y no un peso hipotético que alguien ha dicho que tengo que tener. Si escojo terapeuta a lo mejor puedo escoger a aquel que me parece realista y amable, o buscar amistades con las que no sienta que necesito competir, en las que me puedo apoyar y que me van a aceptar como soy. Puedo ir rodeándome de aquello y aquellas que me nutren y conforman el tipo de sociedad más amable que mi corazón cree posible. Y desde allí, lo que hay detrás de esa comparación, también puede tener un lugar y espacio más amable. Claudio Naranjo, cuando se refería a la envidia, la llamaba “hambre de amor”
Crear mi pequeña tribu, nutriéndola y nutriéndome, disfrutar aún en los momentos de conflicto de nuestro crecimiento, y de como se va moviendo y adaptándose al crecimiento personal de cada miembro. Y de allí a las estrellas si conviene.
“Descubre quién eres pero no te aferres a ninguna definición.
Muta las veces que sea necesario para vivir en la totalidad de tu ser”
~Claudio Naranjo