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Hace unos días participé un taller dividido en cuatro partes y cuyo tema principal era la respiración. Lo impartía una fantástica profesional que hace años que conozco, Alicia Escardó, acompañada con música en vivo de Lidia Papió.
Este último taller era sobre la respiración neurológica, y trabajábamos principalmente el tejido que sostiene y protege el sistema nervioso.
Yo he tenido unos cuantos latigazos cervicales, así que el tema era delicado para mí. Estoy acostumbrada a ir a su consulta y que ella haga su magia, pero nunca había tomado conciencia del cariño y cuidado de ese tejido, y de cuál había sido su experiencia durante los accidentes.
Durante los ejercicios establecí un contacto íntimo con él. No sólo a nivel energético, sino que lo sentí comunicarse conmigo, como un viejo amigo al que tenía abandonado.
Me considero una buena amiga, o no muy mala al menos, de mis amigos. Intento estar allí para ellos cuando me necesitan, y me alegro de sus alegrías y me entristecen sus tristezas.
Pero cuando se trata de mí, allí ya…. Va a días. Hago ver que no me entero, paso por encima de mis cansancios, de mis límites y de mis deseos, siguiendo la zanahoria. Como todos, o casi todos.
Pero claro, eso es algo fácil de hacer cuando uno mira para otro lado, hace ver que no se entera. Pero cuando me encontré de cara a cara conmigo misma, con mis células, ya no fue tan fácil hacer ver que no me enteraba. Sentí una clara sensación de susto, fragilidad y vulnerabilidad que estaba aún pendiente de ser escuchada.
Parece que si pasamos todo por la mente, y por la emoción, incluso por el lugar del cuerpo por donde la sentimos ya está. Pero aprendí este fin de semana que no es así. Mi tienda del cerebelo y la dura madre estaban todavía necesitando comunicación.
Ser mi amiga, escucharme, estar allí para las duras y para las maduras, me genera una sensación de fuerza y enraizamiento, aún con toda la sensación de fragilidad, que me sorprende, a estas alturas, caramba.
Serme fiel toma todo otro sentido. Así que no busco en el otro calma. Porque este taller me coincide con varios duelos, que me están disparando miedos antiguos. Pero aquí estoy, amiga mía, viendo mis momentos de fragilidad e inocencia, dónde no había ningún control de ningún tipo, y sólo me sostenía la fe. Y desde aquí me acompaño de otra manera.
No me cuesta afianzarme, decir sin pudor ésta soy yo, y aquí estoy. Me podré equivocar sin duda, pero también estoy siempre dispuesta a mirar qué se puede cambiar, siempre desde la aceptación y la amabilidad hacia mí misma. Y desde allí la amabilidad del otro hacia mí y de mí hacia el otro ocupa un buen lugar.
Son momentos difíciles, de cambio, ver nuestra propia fragilidad nos ayuda a desarrollar una compasión mayor.
Y es desde aquí que te acompañamos, a través de la liberación de pericardio, con una escucha atenta y sutil, la terapia Gestalt o la terapia floral. Si te interesa sabes más, no dudes en contactarnos.
* Foto de Polina Tankilevitch
Contra la barbarie, tan solo la poesía puede resistir
confirmando su apego a la fragilidad humana,
como una brizna de hierba creciendo en una pared
mientras el ejercito marcha junto a ella.
~Mahmoud Darwish